
Ante todo aclarar que lo que sigue no es una reseña del libro de
Rafael Echeverría,
Ontología del Lenguaje,
editado en Dolmen Ediciones y que amablemente pone en mis manos Fernando, un buen amigo de Córdoba, Argentina, ahora entre nosotros. No, más bien se trata de todo lo contrario: de intentar explicar lo difícil o casi imposible de la lectura, por mi parte, del citado libro, y las causas, más o menos posibles, de este lamentable suceso.
Ontología del Lenguaje se presenta como una interpretación de lo que significa ser humano, no desde los antiguos parámetros que, según el autor, han servido de base para observar la vida, sino desde fuera de ellos. Se trata según Echeverría- de una propuesta posmoderna y posmetafísica que ha recibido la influencia de autores como Maturana, Flores, Searle o Graves, Austin, Heidegger, Wittgenstein o Nietzsche, y que se basa en la tesis principal de que todo fenómeno social es siempre un fenómeno lingüístico. Desde esta perspectiva, Echeverría nos dirige, con saludables intenciones, en un viaje iniciático que nos transporta, a través de un proyecto ético basado en el respeto ("la aceptación de la diferencia, de la legitimidad y de la autonomía del otro en nuestra convivencia en común") a lugares tan poco aconsejables, sin embargo, como las "organizaciones empresariales" donde, según el autor, todo lo importante se desarrolla conforme al fundamento de las "conversaciones"; cualquiera que sea el problema al que una empresa esté enfrentado apunta Echeverría-, éste puede ser examinado por medio de la observación de su estructura conversacional. Así, la particular fenomenología heideggeriana, los "juegos de lenguaje" wittgensteinianos o la "voluntad de poder" nietzscheana (de la que hablaré más tarde), se proyectan sobre un ámbito viciado e insospechado, el funcionamiento de una empresa, entendiendo que "el futuro compartido permite que aquellos que trabajan en la misma ejecuten acciones desde una base consensual, compartiendo inquietudes comunes y aspirando a metas comunes." ¡Ahí es nada! El libro se desliza de este modo sobre ideas y conceptos indudablemente interesantes, no voy a negarlo, navegando hasta un definitivo capítulo dedicado al "poder" y a determinadas variantes del "poder" (otras, sin duda, se omiten), para finalizar en la cumbre nietzscheana del
superhombre y en la vida entendida, también a la manera nietzscheana, como obra de arte; aunque sin perder nunca de vista que, como Echeverría deja claro por su trayectoria profesional (diseñador y director del Curso "Mastering the Art of Professional Coaching", ofrecido con gran éxito en los Estados Unidos y Canadá, y cuya versión en castellano "El Arte de Coaching Profesional" se imparte desde 1993 a personas de América Latina y España) todo queda destinado a la formación de "pioneros y líderes" en diferentes campos. Si alguien está interesado en ampliar sus conocimientos sobre
Coaching puede echar un vistazo a la
página de la
Escuela Argentina de PNL y Coaching o intentar hacerse con un ejemplar del libro de Echeverría. Mis "precauciones", claro está, vienen del hecho de que determinados "medios" se pongan a disposición de determinados "elementos", siendo que mi experiencia particular aconseja profundamente todo lo contrario. No dudo, como ya he comentado al principio, de las buenas intenciones de Echeverría, pero el ámbito de la empresa (y en general el de las relaciones empresariales, y el de la formación de directivos y gerentes como agentes de aprendizaje que guíen a personas y equipos a alcanzar resultados extraordinarios) me interesa tanto como Operación Triunfo, viajar en cohete, o las cotizaciones bursátiles del sector de la energía. Éste es evidentemente mi problema y así me va en la vida, pero ¡qué quieren que les diga!: Dios le da pan a quien definitivamente, y lamentándolo mucho, ha perdido ya los dientes. El análisis del lenguaje siempre me ha interesado como ejercicio de denuncia de la insignificancia del parloteo, como capacidad poética de silenciación de la charlatanería, y no como herramienta de trabajo a desarrollar justamente allí donde únicamente encontramos parloteo y charlatanería. Como escribió
Octavio Paz: la poesía es el antídoto de la técnica y del mercado. ¿Que hay que ganarse la vida? ¡Claro está! Pero cada uno en lo suyo. Además, determinadas ideas pueden acabar provocando un curioso efecto inesperado. Y, si aún lo dudan, échenle un vistazo a la
página y a la denuncia de la Asociación Argentina de lucha contra las Pseudociencias (en la línea del llamado "pensamiento crítico") y luego me cuentan. Determinados conceptos (estoy pensando ahora en la tan traída y llevada "voluntad de poder" nietzscheana), en manos de determinados artistas del arte dionisiaco de los negocios, pueden ser como la mecha definitiva que provoque, sin mayores dilaciones, una hermosa explosión en cadena; la vida como obra de arte, desde el punto de vista nietzscheano, tiene estas cosas. "También cabe la posibilidad escribe
Félix de Azúa en su
Diccionario de las Artes- de considerar determinados acontecimientos, como la Revolución francesa, desde el punto de vista de la fiesta dionisiaca. El derramamiento de sangre puede ser artístico para un nietzscheano, precisamente porque el arte se produce al margen de las razones de estado y por lo tanto no acepta el monopolio de la violencia al que aspira la administración. Pero es asunto delicado. ¿Es dionisiaco un
marine ciego de marihuana, bailando sobre la sangre de doscientos vietnamitas recién ametrallados? Seguramente, sí. ¿Exagero? No, no crean; el funcionamiento de una empresa siempre depara inesperadas sorpresas. En su versión teatral (o en su reciente versión cinematográfica),
El Método Grönholm, de
Jordi Galcerán, se nos presenta como una metáfora extrema de los posibles comportamientos competitivos derivados del ultracapitalismo. La idea final que transmite "la empresa" parece, en este caso, bastante clara: "no necesitamos a una buena persona que parezca un
hijoputa, sino a un
hijoputa que parezca una buena persona". La empresa y sus protagonistas merecen, a día de hoy al menos, un capítulo aparte en la espectacular (y, al parecer, insustituible y necesaria)
Historia universal de la infamia*; que las sociedades abiertas nos faciliten posibilidades y medios impensables en sociedades cerradas no exime a estos de su correspondiente y justificada crítica. Quizás la
Ontología del Lenguaje que nos proporciona Echeverría y el
Coaching que se desprende de la misma puedan mejorar en algo el desaguisado; yo, por si acaso, metáforas y exageraciones dionisiacas al margen, me cuidaré muy mucho en comprobarlo.
___
*Según
Paul de Man, la
Historia universal de la infamia borgeana contiene una atractiva galería de malhechores, pero
Borges no considera básicamente a la infamia como un tema moral; sus cuentos no sugieren de ninguna manera un cuestionamiento de la sociedad, de la naturaleza humana o del destino. La infamia funciona, en
Borges, más bien como un principio formal, estético; todos los mundos creados por Borges en esa galería universal no tendrían forma sin la presencia ordenadora de un villano. "El artista añade
Paul de Man refiriéndose a esos traductores a años luz del carácter intachable de Enno Littman- tiene que ponerse la máscara del villano para crear un estilo". Y esto, precisamente, es lo que caracteriza al carnaval del lenguaje imposible, a la empresa: el baile de disfraces silenciosos sobre un fondo de justificaciones; el estilo que crea la máscara y la máscara que crea el estilo.
8 comentarios
Gerardo Perrucci -
Gerardo -
Saludos
Gerardo
http://www.cocrear.ec/
Magda -
Este libro de Echeverría que comentas a mi me encantó. Primeramente la filosofía del lenguaje me apasiona, y si percibí bien, el autor nos dice que hay que fijarnos muy bien lo que hablamos porque ese silencio que las palabras guardan, habla, dice, desvela. Quizá lo que le hallaría de pero, es la parte que le "habla" a las instituciones, sentí como una especie de fórmula que se encerraría en una especie de manual para tener éxito, me hubiera gustado que se fuera más por la filosofía, aun más. Pero me gustó.
Te dejo un abrazo.
(El huracán ha estado terrible, sobre todo en la zona costera del estado, yo vivo en la capital del Estado y está entre montañas, eso lo detuvo un poco, aunque estamos con lluvias y vientos fuertes. Y tienes toda la razón ¡Menos mal que nunca nos faltará la coca-cola! ;)
Enrique -
Magda -
Un saludo.
Enrique -
José Angel -
José Angel -